Karol Wojtyla en la fábrica Solvay |
“La fábrica Solvay y después, pasados los años de la primera juventud, la cantera de piedra y el depurador del agua en la fábrica de bicarbonato en Borek Falecki se convirtieron para mí en seminario. No se trataba ya únicamente del pre-seminario, como en Wadowice. La fábrica fue para mí, en aquella etapa de mi vida, un verdadero seminario, aunque clandestino. Había comenzado a trabajar en la cantera en septiembre de 1940; un año después pasé al depurador de agua en la fábrica. Fue en aquellos años cuando maduró mi decisión definitiva. En otoño de 1942 comencé los estudios en el seminario clandestino como ex alumno de filología polaca, siendo obrero en la Solvay. No me daba cuenta de la importancia que todo ello tendría para mí. Únicamente más tarde, ya sacerdote, durante los estudios en Roma, conociendo a través de mis compañeros del Colegio Belga el problema de los sacerdotes obreros y el movimiento de la Juventud Obrera Católica (JOC), comprendí que lo que había llegado a ser tan importante para la Iglesia y para el sacerdocio en Occidente -el contacto con el mundo del trabajo- yo lo había ya adquirido en mi experiencia de vida.
En realidad, mi experiencia no fue la de "sacerdote obrero" sino de "seminarista-obrero". Por el trabajo manual sabía bien lo que significaba el cansancio físico. Encontraba cada día gente que realizaba duros trabajos. Conocí su ambiente, sus familias, sus intereses, su valor humano y su dignidad. Personalmente noté mucha cordialidad por su parte. Sabían que yo era estudiante y sabían también que, en cuanto las circunstancias lo permitieran, volvería a los estudios. Nunca vi hostilidad por ese motivo. No les molestaba que llevase los libros al trabajo. Decían: "Nosotros estaremos atentos: tu lee". Esto sucedía sobre todo durante los turnos de noche. Decían frecuentemente: "Descansa, nosotros estaremos de guardia".
Hice amistad con muchos obreros. A veces me invitaban a su casa. Después, como sacerdote y como obispo, bauticé a sus hijos y nietos, bendije sus matrimonios y oficié los funerales de muchos de ellos. Tuve oportunidad de conocer cuántos sentimientos religiosos había en ellos y cuanta sabiduría de vida. Estos contactos, como he dicho, siguieron siendo muy estrechos incluso cuando acabó la ocupación alemana y también después, prácticamente hasta mi elección como Obispo de Roma. Algunos duran todavía por medio de correspondencia”
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