martes, 4 de octubre de 2011

EN EL 30 ANIVERSARIO DE LA PUBLICACIÓN DE LA LABOREN EXERCENS

INVITACIÓN A GRUPOS Y PERSONAS
 
La celebración del trigésimo aniversario de la publicación de la Encíclica “Laborem exercens” nos ofrece la oportunidad de volver a leer este espléndido documento del Beato Juan Pablo II. Siguiendo la línea de anteriores aportaciones magisteriales –y, sobre todo de la Encíclica “Rerum novarum”, cuyo noventa aniversario conmemoraba-, el Santo Padre ofrecía en 1981 un claro testimonio del compromiso de la Iglesia en la cuestión social, abordando el tema del trabajo como clave de comprensión de la misma. “El trabajo humano –afirma- es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre” (n. 3). La solución de la cuestión social se presenta en la línea de “hacer más humana la vida humana” y, en este contexto, el trabajo humano adquiere una importancia fundamental y decisiva.
Releer y volver a pensar esta Encíclica tiene un sentido especial en nuestros días, marcados por una crisis económica que hace que miles de personas se queden sin empleo. El desempleo –se dice en este escrito- “es en todo caso un mal y que, cuando asume ciertas dimensiones, puede convertirse en una verdadera calamidad social” (n. 18). Su solución requiere la implicación de todos, y especialmente de lo que la Encíclica llama “instancias intermedias”, es decir, de todos los factores que, además del empresario directo, intervienen o condicionan el contrato de trabajo y también las relaciones laborales.
Agradezco el trabajo del Secretariado de Pastoral Obrera, que ha preparado este sencillo folleto con indicaciones precisas para conocer y profundizar en los contenidos de la Encíclica. Invito a los distintos grupos parroquiales a trabajar con él en la mano para formarse en los principios de la doctrina social de la Iglesia.
+ RAFAEL PALMERO RAMOS
Obispo de Orihuela-Alicante

martes, 13 de septiembre de 2011

CURAS OBREROS. COMPROMISO DE LA IGLESIA CON EL MUNDO OBRERO

El movimiento de curas obreros (CO) ha sido una de las experiencias más importantes y originales que se han dado en la Iglesia del s. XX. Un hecho de esta envergadura, por la dureza inherente a la vida laboral, por la pobreza y por el anonimato buscados, por la desconfianza que de inmediato suscitó en la jerarquía y por el compromiso total que suponía, sólo podía ser fruto de una vivencia espiritual honda del evangelio por parte de aquellos que escogieron este camino. Es también uno de los capítulos más logrados de la historia de la espiritualidad cristiana. El movimiento ha sido objeto de innumerables estudios desde la sociología, la teología, la política, y de él se ha llegado a escribir incluso alguna novela. Este cuaderno se centra en la espiritualidad.

Por suerte disponemos de un valioso material de primera mano: las “Memorias” de los encuentros anuales de CO de Cataluña, Valencia y Baleares desde el año 1978. No obstante, el presente escrito sólo es el borrador de una descripción muy fragmentaria. Se hace evidente la necesidad de un estudio más en profundidad que, superando la descripción de los hechos históricos y la espontaneidad e inmediatez de los testimonios, intente ir más allá con el fin de que esta espiritualidad de encarnación pueda encontrar nuevas formas en el futuro. No se trata de la crónica de un pasado o presente heroicos sino de extraer de los hechos aquello que aún tiene validez universal, que tenga capacidad de concretarse en el futuro y en otras situaciones o contextos culturales. Hoy, sin embargo, la necesitad de comprender su sentido real, nos obliga aún a situarla en el contexto histórico en el que se ha dado. Por eso estas páginas empiezan con una breve descripción del origen y la evolución del movimiento.

domingo, 4 de septiembre de 2011

LABOREM EXERCENS: LA CULTURA DEL AMOR AL PRÓJIMO

El 14 de Septiembre se cumplen 30 años de la publicación de la encíclica sobre el trabajo humano. Justo es que dediquemos nuestra reflexión a un documento tan importante como este en unos momentos en que “los mercados” siguen imponiéndonos su cultura, moral y fe.
Podemos decir que en toda la encíclica subyace un diálogo entre la antropología y el derecho de propiedad desde la óptica de la primacía del hombre (LE. 12 y capítulo III).
El hombre, todo él, es lo que debe tomarse en consideración para reflexionar sobre el sentido y finalidad de todas las actividades que realiza, entre las que destaca de manera fundamental el trabajo. Mirado así, el trabajo pertenece a la misma esencia de la naturaleza humana, es necesario para que el hombre se haga a sí mismo y constituye una dimensión esencial de su proyecto de humanización (LE. 6 y 9).
Por otra parte, la propiedad, que procede del trabajo, adquiere su legitimidad cuando sirve a la realización del hombre, varón y mujer, y la pierde cuando no lo hace. Por ello, la doctrina social de la Iglesia (DSI) siempre ha subordinado el derecho de propiedad al “destino universal de los bienes”, a la voluntad de Dios de que todos los bienes estén al servicio de todos los hombres para lograr su plena realización (LE. 14).
Destaca, por tanto, una visión antropocéntrica del trabajo y de la economía. Visión que nos permite conectar con los humanismos y con las ciencias sociales (LE. 4) y nos abre las puertas a la evangelización, pues antropología cristiana y cristología están unidas indisolublemente: Dios, por su propia voluntad y deseo, ha quedado unido a todo hombre en Jesucristo. Amar a Dios es amar al hombre, procurarle la justicia que le pertenece y ayudarle a descubrir la presencia de Dios en su vida. El trabajo tiene que ser expresión y realización de esta verdad.

jueves, 1 de septiembre de 2011

COSTOS HUMANOS Y DESAFÍOS MORALES DE UNA ECONOMÍA QUEBRADA

DECLARACIÓN DEL DÍA DEL TRABAJO
Mons. Stephen E. Blaire, Obispo de Stockton, Presidente del Comité de Justicia Nacional y Desarrollo Humano de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos

5 de septiembre de 2011

Cada año, los estadounidenses celebramos el Día del Trabajo como un feriado nacional para honrar a los trabajadores. Este año, sin embargo, es menos un tiempo de celebración que un tiempo para la reflexión y la acción en lo relativo a la crisis económica y a las dificultades que sufren los trabajadores y sus familias. Para los católicos, también es una oportunidad para recordar las enseñanzas de la doctrina social católica sobre la dignidad del trabajo y los derechos de los trabajadores. En este Día del Trabajo, los datos económicos son crudos y los costos humanos son reales: millones de nuestros hermanos y hermanas no tienen trabajo, crían a sus hijos en la pobreza y viven obsesionados por el miedo a perder su seguridad económica. Estos problemas no se limitan a lo económico, son tragedias humanas, desafíos morales y pruebas para nuestra fe. 

Al acercarnos al Día del Trabajo 2011, más de 9 por ciento de los estadounidenses está buscando empleo y no lo encuentra. Otros trabajadores temen perder sus puestos. El desempleo es mucho más alto para los afroamericanos y los hispanos. Para muchos, los salarios no aumentan el mismo paso que el costo de la vida. Numerosas familias han perdido sus hogares, mientras otras deben por sus casas más dinero de lo que valen. Los trabajadores sindicalizados son parte de un movimiento trabajador menor y sufren los esfuerzos por restringir los derechos de negociación colectiva. Pasar hambre y no tener techo es moneda corriente para muchos niños. La mayoría de los estadounidenses teme que nuestra nación y nuestra economía se encaminan en una dirección equivocada. Muchos se sienten confundidos y consternados por la polarización respecto a cómo nuestra nación puede trabajar unida para lidiar con el desempleo y la disminución de los salarios, las deudas y los déficit, el estancamiento económico y las crisis financieras mundiales. Los trabajadores tienen razón en sentir preocupación y miedo por el futuro. Estas realidades están en el corazón de las preocupaciones y oraciones de la Iglesia en este Día del Trabajo. Como insistió el Concilio Vaticano II: las ‘tristezas y las angustias’ de los hombres de nuestro tiempo, “sobre todo de los pobres y de cuantos sufren... son tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (Gaudium et spes, 1).

Todos estos desafíos tienen dimensiones económicas y financieras, pero inevitablemente también tienen costos humanos y morales. Este Día del Trabajo debemos ir más allá de los indicadores económicos, de los descalabros bursátiles y de los conflictos políticos, para centrarnos en las cargas, a menudo invisibles, que llevan los trabajadores promedio y sus familias, muchos de los cuales son perjudicados, desalentados y dejados atrás por esta economía.

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