Fernando Carlos Díaz Abajo
Director del Departamento de Pastoral Obrera
El 14 de septiembre de 1981, para conmemorar el noventa aniversario de la publicación de la Rerum Novarum Juan Pablo II publicó la encíclica Laborem Exercens , que ha sido calificada, con justicia, como el “Evangelio del Trabajo”. Se cumplirán por ello, en este año, treinta desde su publicación, y la situación de conflicto social que vive el mundo obrero, agravada por la crisis actual, económica, financiera pero, sobre todo, moral y antropológica, sigue poniendo en valor todo cuanto entonces supuso la publicación de la misma.
Baste recordar algo que entonces se decía: la Iglesia considera deber suyo recordar siempre la dignidad y los derechos de los hombres del trabajo, denunciar las situaciones en las que se violan dichos derechos, y contribuir a orientar estos cambios para que se realice un auténtico progreso del hombre y de la sociedad. (LE1) El trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre. Y si la solución, o mejor, la solución gradual de la cuestión social, que se presenta de nuevo constantemente y se hace cada vez más compleja, debe buscarse en la dirección de «hacer la vida humana más humana», entonces la clave, que es el trabajo humano, adquiere una importancia fundamental y decisiva. (LE 3)
Si la Iglesia considera como deber suyo pronunciarse sobre el trabajo bajo el punto de vista de su valor humano y del orden moral, en el cual se encuadra, reconociendo en esto una tarea específica importante en el servicio que hace al mensaje evangélico completo, contemporáneamente ella ve un deber suyo particular en la formación de una espiritualidad del trabajo, que ayude a todos los hombres a acercarse a través de él a Dios, Creador y Redentor, a participar en sus planes salvíficos respecto al hombre y al mundo, y a profundizar en sus vidas la amistad con Cristo, asumiendo mediante la fe una viva participación en su triple misión de Sacerdote, Profeta y Rey, tal como lo enseña con expresiones admirables el Concilio Vaticano II. (LE 24)
Con la actualidad con que hoy resuenan las palabras de Juan Pablo II, os animo a que, como ya va haciendo alguna diócesis, veáis la posibilidad de organizar a lo largo de este año algún acto con el que volver a reflexionar sobre el contenido de Laborem Exercens, y sobre la actual situación del mundo obrero y del trabajo, de modo que avancemos en la formación y la espiritualidad como servicio evangelizador al mundo obrero. Contad para ello, con toda la ayuda que, desde aquí, podamos prestaros.
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