Secretariado Pastoral Obrera de Orihuela-Alicante
1.- EN EL 30 ANIVERSARIO
Escrita para ser publicada el 15 de mayo de 1981, fecha en que se conmemoraba el 90 aniversario de la Rerum novarum, la Laboremn exercens no fue dada a conocer hasta el 14 de septiembre de ese mismo año. Estamos pues a las puertas de celebrar el trigésimo aniversario de su publicación.
La razón de su publicación en recuerdo de la Rerum novarum era continuar con la tradición seguida por los distintos papas sucesores de León XIII de aprovechar diversas fechas conmemorativas de la publicación de la primera encíclica social para recordar con nuevos documentos aquel hecho y a su vez responder a los problemas sociales más acuciantes del momento histórico en que se publicaban estos.[1]
La razón de su publicación cuatro meses después de la fecha prevista fue debida a que, como recuerda el mismo Pontífice en el último punto de la encíclica, la víspera de cuando la había de firmar sufrió el conocido atentado en la Plaza de San Pedro.
La encíclica de difícil lectura supuso una sorpresa por dos motivos: era una reflexión monográfica sobre el trabajo cuando anteriores documentos habían abordado sucesivamente varios temas y además mostraba a un Papa que, pese a que se había manifestado hasta ese momento como conservador en materias de familia, sexualidad y vida eclesial, era en cambio avanzado en lo social.
2.- EN EL CONTEXTO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
Hemos dicho que con motivo de fechas conmemorativas de la primera encíclica social, los Papas han ido no sólo recordando aquel documento y el contexto en que se escribió sino que también han tratado de responder, desde el momento histórico en que se publicaban los diversos documentos posteriores, a los problemas nuevos que fueron surgiendo.[2]
Este intento de responder a problemas nuevos, o a los temas de siempre pero desde el contexto diferente de cada época, confirma el carácter dinámico de la Doctrina Social de la Iglesia : “si muchos temas antiguos reaparecen, es para ser integrados en enfoques nuevos, que les otorgan un alcance y un sentido diferentes”[3].
En definitiva lo que la Doctrina Social viene a plasmar es el resultado de una reflexión eclesial sobre diversas situaciones de la vida de las personas en la sociedad y en el contexto internacional, reflexión que evoluciona en la medida en que la sociedad avanza y va planteando nuevos retos a los hombres y mujeres de cada época. Así lo entendió Juan Pablo II cuando definía la Doctrina Social de la Iglesia como “la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial”[4]
También dijimos en el punto anterior que Laborem exercens es una encíclica monográfica sobre el tema del trabajo, pero ahora hemos de afirmar que su objetivo es más ambicioso que reflexionar sobre el trabajo: trata de hacer una reactualización de toda la doctrina social bajo el prisma del trabajo hasta el punto de que, como veremos más adelante, la propiedad va cediendo su puesto prioritario a favor del trabajo.[5] Y todo ello porque como se nos dice en la misma encíclica “la Iglesia está convencida de que el trabajo constituye una dimensión fundamental en la existencia del hombre en la tierra”[6].
Aquí ya podemos intuir la intención de la encíclica y la importancia que le da al trabajo. El trabajo constituye una dimensión de la persona y la persona humana, por ser imagen de Dios es el principio frontal de la Doctrina Social de la Iglesia que ha tratado siempre de que, inspirados en ella, los cristianos individualmente o en grupo se constituyan “como un gran movimiento para la defensa de la persona humana y para la tutela de su dignidad……….”[7]
Lo que nos lleva necesariamente a situar la Laborem exercens en su contexto histórico.
3.- EL CONTEXTO HISTÓRICO DE LA LABOREM EXERCENS
Como hemos afirmado Laborem exercens fue publicada el año 1981 cuando se cumplían los 90 años de la Rerum novarum.
A la época ilusionante que a nivel eclesial representaron Mater et magistra, Pacem in terris, Vaticano II y Populorum progressio, y que a nivel de la sociedad civil supusieron el fin de la guerra fría, el aumento de la conciencia de las desigualdades y la necesidad de combatirlas y el Mayo francés con su inolvidable consigna “seamos realistas, ¡pidamos lo imposible”, época que los estudiosos definen como la del optimismo ambiental, siguió una época de desánimo en la sociedad y en la Iglesia : las cosas no iban tan rápidas como era de esperar y la crisis del petróleo, el año 1973, supondría el inicio de una era de desencanto y caída de valores tradicionales.
La crisis vino provocada por la decisión de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) de triplicar en pocos meses el precio de los crudos con un doble objetivo: avisar de la posibilidad de que se agotasen los recursos, pero sobre todo reclamar una mayor participación del tercer mundo en la distribución de la renta mundial.
Las consecuencias de esta medida sería muy complejo analizarlas en su totalidad en un trabajo como el presente, pero baste para lo que aquí pretendemos con afirmar que, tras la conocida como crisis del petróleo, el paro comienza a verse como un fenómeno de carácter no transitorio, sino permanente y estructural. Como dice el profesor Camacho, antes de esa crisis “se había consolidado así una sociedad cuyo eje central es el trabajo productivo y remunerado: y este hecho no pertenece sólo al sistema económico vigente, forma parte de la misma cultura moderna occidental. El trabajo así entendido desempeña múltiples e importantes funciones en nuestro universo cultural. No es sólo la fuente fundamental de acceso a la renta. Es mucho más: es la forma por excelencia de realización personal y de integración en la vida social”[8].
Si el trabajo como afirmábamos antes se concibe en Laborem exercens como una dimensión fundamental de la existencia humana sobre la tierra, se puede entender la preocupación de Juan Pablo II ante una situación de crisis que, negando a las personas el trabajo, las privaba de una dimensión tan fundamental como la de ser partícipes en la obra creadora de Dios y en la obra redentora de Cristo.
¿No nos recuerda nada aquella situación a la actual de crisis económica mundial que en nuestro país nos tiene a las puertas de los cinco millones de desempleados? Por ello será interesante adentrarnos en un repaso a los aspectos más importantes de la encíclica en el convencimiento de que muchas de sus aportaciones serían, si hubiera voluntad política, muy valiosas para salir de la presente crisis, o al menos para que su salida no fuese a costa del sufrimiento de millones de personas que ninguna culpa tuvieron en su gestación y que ahora parece ser son los culpables de todo. Otros, más espabilados, se van con el botín.
4.- IDEAS PRINCIPALES DE LABOREM EXERCENS
La encíclica se desarrolla en una introducción (capítulo I) y cuatro partes en las que va tratando el trabajo y el hombre (capítulo II), el conflicto entre el capital y el trabajo en la presente fase histórica (capítulo III), derechos del hombre del trabajo (capítulo IV) y elementos para una espiritualidad del trabajo (capítulo V), a lo largo de los cuales va contemplando de forma entrelazada aspectos antropológicos, éticos, históricos y teológicos del trabajo. Veamos lo más significativos de cada uno de los capítulos.
a) Capítulo primero-introducción:
· Es deber de la Iglesia : recordar siempre la dignidad y los derechos de los hombres del trabajo; denunciar las violaciones de esos derechos y orientar las nuevas situaciones. (1)
· El trabajo, en cuanto problema humano, es el punto central y la clave esencial de la cuestión social. (2-3)
b) Capítulo segundo-El trabajo y el hombre:
· La Iglesia ya encuentra en el Génesis la fuente de su convicción de que el trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia humana. Mediante el trabajo el hombre “no sólo transforma la naturaleza humana, adaptándola a sus necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre”. (4-9)
· Distinción entre trabajo objetivo (la técnica que expresa el dominio del hombre sobre la tierra) y trabajo subjetivo (la persona humana que, como imagen de Dios, es capaz de obrar racionalmente y de decidir acerca de si. Superioridad del sentido subjetivo del trabajo sobre el sentido objetivo porque “suponiendo que algunos trabajos realizados por los hombres puedan tener un valor objetivo más o menos grande, sin embargo queremos poner en evidencia que cada uno de ellos se mide, sobre todo, con el metro de la dignidad del sujeto mismo del trabajo, o sea, de la persona, del hombre, que lo realiza”. “El trabajo está en función del hombre, no el hombre en función del trabajo”(5-6)
· Considerar el trabajo como mercancía (materialismo) o como fuerza necesaria para la producción (colectivismo) es olvidar el valor subjetivo del trabajo, considerando al trabajador como un instrumento de producción y no como sujeto eficiente, verdadero artífice y creador. (7)
· Se valora la solidaridad entre los hombres del trabajo como reacción contra la degradación del hombre como sujeto del trabajo. Esta solidaridad ha posibilitado cambios profundos, influyendo en condiciones de trabajo, remuneración del mismo y legislación social. (8)
c) Capítulo tercero: Conflicto entre trabajo y capital en la presente fase histórica:
· El conflicto más que de orden técnico es de orden ético, porque se ha invertido el orden de valores al subordinar el trabajo al capital (11)
· Prioridad del trabajo sobre el capital (12), porque el capital es sólo un instrumento al servicio del trabajo, mientras que el trabajo es causa eficiente primaria. En función de este principio “sólo puede ser justo aquel sistema de trabajo que en su raíz supera la antinomia entre el trabajo y el capital, según el principio expuesto más arriba de la sustancial y efectiva prioridad del trabajo humano y de su participación eficiente en todo el proceso de producción, y esto independientemente de la naturaleza de las prestaciones realizadas por el trabajador”(13)
· La tradición cristiana nunca ha considerado el derecho de propiedad como absoluto e inviolable sino como “subordinado al derecho al uso común, al destino universal de los bienes” (14)
· Sitúa los derechos del los trabajadores en el contexto de los derechos humanos, de los derechos fundamentales de la persona (16)
· Aparece como original aportación de la encíclica el concepto de empresario indirecto, que se puede aplicar a todas las personas, instituciones, contratos colectivos y los principios de actuación que determinan todo el sistema socioeconómico o que se derivan de él, en definitiva la sociedad y el Estado, que debe realizar una política laboral justa. (16) Es tarea del Estado, del empresario indirecto, propiciar el marco legal adecuado para crear puestos de trabajo y las ayudas a los desempleados y además ese marco es el mejor criterio para juzgar cualquier sistema económico (17-18)
· Una vez creado el marco legal y las condiciones por el empresario indirecto, la encíclica se refiere al empresario directo, el que emplea. Al marco de relaciones trabajador-empresario directo corresponde la remuneración del trabajo, el salario familiar, las ayudas sociales y la conciliación de la vida familiar. (19)
· La justa remuneración del trabajo es la vía concreta para acceder a los bienes que están destinados a un uso común, por lo que se convierte en indicador último de la justicia de todo el sistema socioeconómico. (19)
· En el marco de los derechos del hombre del trabajo brota el derecho de asociación, de sindicarse. Son elemento indispensable de la vida social e instrumento para asegurar los justos derechos de los hombres del trabajo. Deben asumir tareas de instrucción, educación y promoción cultural y tienen derecho al uso de la huelga como último recurso ante los empresarios, sin caer en el juego de los intereses partidistas y sin miedo a la penalización. (20)
· El hombre tiene derecho a emigrar a otro país distinto del suyo en busca de mejores condiciones de vida y esta situación no puede convertirse de ninguna manera en ocasión de explotación económica o social. (23)
e) Capítulo quinto: Elementos para una espiritualidad del trabajo
· La Iglesia considera un deber suyo la formación de una espiritualidad del trabajo para que, a través de él, los hombres se acerquen a Dios, Creador y Redentor. (24)
· El libro del Génesis es el primer Evangelio del trabajo, donde se nos muestra al hombre como participando y completando la obra creadora de Dios. La espiritualidad cristiana ni aparta de la edificación del mundo ni lleva a la despreocupación por el bien ajeno, sino que impone como deber hacerlo. (25)
· Jesús pertenece al mundo del trabajo, él mismo era hombre del trabajo. (26)
· El trabajo nos asocia a la obra redentora de Cristo, pues en el trabajo humano el cristiano descubre una pequeña parte de la Cruz de Cristo y la acepta con el mismo espíritu de redención con el cual Cristo ha aceptado su cruz por nosotros. (27).
PARA EL DIÁLOGO
1) ¿Debe la Iglesia pronunciarse sobre cuestiones laborales? ¿Por qué?
2) Desde la dignidad de la persona, ¿es igual el trabajo de un ingeniero que el de un peón? ¿Por qué?
3) ¿Es justificable trasladar un centro de trabajo a otro lugar por razones económicas? Razona la respuesta
4) ¿Es la propiedad privada un derecho absoluto? ¿Está subordinada a un bien superior?
5) Desde la espiritualidad del trabajo que se nos muestra en Laborem exercens, ¿qué supone la negación del trabajo, el paro?
6) ¿Cómo calificarías determinadas actitudes ante la emigración desde lo que nos enseña Laborem exercens?
7) ¿Cómo responderías a un cristiano que afirmara desde la fe que la transformación de la sociedad no es algo que nos ataña a los creyentes?
8) ¿Crees que de las enseñanzas de Laborem exercens se pueden sacar orientaciones para la actual situación de crisis? ¿Cuáles destacarías?
[1] Antes de Laborem exercens, Quadragesimo anno (a los 40 años); Mater et magistra (a los 70 años); Octogesima adveniens ( a los 80 años) y después de Laborem exercens, Centesimus agnus ( a los 100)
[2] Si Rerum novarum respondía a la crisis provocada por la revolución industrial, Quadragesimo anno respondía a la crisis económica del 29 y a los sistemas totalitarios, Mater et magistra afrontaba los cambios tanto de orden técnico y económico como político, Gaudium et spes trataba el tema de la Iglesia ante la nueva configuración del mismo, Populorum progressio intentaba promover el desarrollo de los pueblos, Octogesima adveniens afrontaba el desafío del pluralismo político y la presencia de los cristianos en la vida pública, Sollicitudo rei socialis replanteaba el tema del desarrollo veinte años después de Populorum progressio y Centesimus agnus analizaba el siglo XX y la caída del colectivismo.
[3] Ildefonso Camacho. Doctrina social de la Iglesia , pg.459. Ed. San Pablo, Madrid-1991
[4] Sollicitudo rei socialis 41
[5] Ildefonso Camacho. Doctrina social de la Iglesia , pg.465. Ed. SPublicar entradaan Pablo, Madrid-1991
[6] Laborem exercens 4
[7] Centesimus annus 3
[8] Ildefonso Camacho. Doctrina social de la Iglesia , pg.461 y s. Ed. San Pablo, Madrid-1991
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